Agatha Christie
En 1914
se había casado con Archibald Christie, de quien se divorció en 1928. Sumida en
una larga depresión, protagonizó una desaparición enigmática: una noche de
diciembre de 1937 su coche apareció abandonado cerca de la carretera, sin
rastros de la escritora. Once días más tarde se registró en un hotel con el
nombre de una amante de su marido. Fue encontrada por su familia y se recuperó
tras un tratamiento psiquiátrico. Dos años después se casó con el arqueólogo
Max Mallowan, a quien acompañó en todos sus viajes a Irak y Siria. Llegó a
pasar largas temporadas en estos países; esas estancias inspiraron varios de sus
centenares de novelas posteriores, como Asesinato
en la Mesopotamia(1930), Muerte
en el Nilo (1936) y Cita con la muerte(1938).
La
estructura de la trama de sus narraciones, basada en la tradición del enigma
por descubrir, es siempre similar, y su desarrollo está en función de la
observación psicológica. Algunas de sus novelas fueron adaptadas al teatro por
la propia autora, y diversas de ellas han sido llevadas al cine. Entre sus
títulos más populares se encuentran Asesinato
en el Orient-Express (1934), Muerte en el Nilo (1937) y Diez negritos (1939). En su última novela, Telón (1974), la muerte del personaje
Hércules Poirot concluye una carrera ficticia de casi sesenta años.
Quizá su
mejor obra es una de las primeras, El
asesinato de Roger Ackroyd (1926),
en la que la autora se sirvió del relato en primera persona para ocultar y al
mismo tiempo revelar la identidad del asesino. EnEl asesinato de Roger
Ackroyd, el médico rural Sheppard no sólo representa el papel de ayudante
del detective belga Hércules Poirot, sino que anota también los acontecimientos
originados por un asesinato por envenenamiento ocurrido con anterioridad, un
suicidio y el crimen mencionado en el título. Proyecta publicar cierto día su
informe como uno de los pocos casos "no resueltos" por el famoso
Poirot, y mantiene tan refinadamente encubiertos los datos relativos a su
propio papel, que al final permite que el propio Poirot vea sus anotaciones.
Lo que
según sus propias manifestaciones seducía a Agatha Christie de esta
constelación era la necesidad de formular determinados pasajes del informe de
una manera tan ambigua, que al final, cuando Poirot reúne las piezas sueltas
del rompecabezas, el consternado lector tiene que confesar que erróneamente no
incluyó al farsante Sheppard en sus consideraciones. Esta refinada construcción
ha convertido El asesinato de
Roger Ackroyd en una de
aquellas raras novelas policíacas cuya segunda lectura produce en el aficionado
a este género más placer intelectual que la primera.
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